¿Qué festejamos el día del escritor? ¿Festejamos los escritores el "canon" literario, intelectual, cultural?

Cada 13 de junio se conmemora el Día del Escritor. La fecha no es casual y encuentra su explicación en que un 13 de junio de 1874, nacimiento de Leopoldo Lugones. Entre muchas de las acciones y obras que emprendió, Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que, luego de su suicidio, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor.
Fue el último intelectual total o, mejor dicho, el último en intentar ser ideólogo y protagonista, a la vez, de un proyecto político. Esa saga se inicia con Mariano Moreno y culmina con él. Se sintió el heredero de Domingo Faustino Sarmiento y buscó asemejarse hasta en sus propias y específicas frustraciones. En el ensayo Lugones, entre la aventura y la cruzada, la socióloga María Pía López comenta: “En su Historia de Sarmiento es clara la elección de un modelo y un precursor. Defiende la causa defendiendo al modelo del intelectual heroico. Construye un linaje, del cual es la continuación. Quiso ser Sarmiento: escritor y presidente. Y quedó atrapado en la tensión de ver sin ser visto.”
"¿Qué queda hoy de Leopoldo Lugones que intriga a nuestros intelectuales? Un anecdotario sin dudas frondoso nutre las fáciles ironías de imitadores de Viñas: el hijo comisario, la nieta guerrillera, los bisnietos cineasta y poeta; el joven anarcosocialista y el viejo facho; las cartas infieles encontradas sesenta años después de 'El libro fiel'; las etimologías inventadas, las traducciones absurdas, la escritura expansiva e inagotable; el suicidio final en una isla del Tigre.
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Si Lugones sigue seduciendo a nuestros intelectuales, se me ocurre, se debe no sólo al placer sádico de acumular ironías sobre alguien que alguna vez fue el escritor mayor de nuestro país (y cuya muerte todavía nos regala, cada año, un DíaDelEscritor que nadie festeja), sino también a una envidia y un deseo: envidia del lugar que otros intelectuales (para peor, ideológicamente equivocados y sólo parcialmente dotados) lograron ocupar en un momento distinto; deseo de recuperarlo, de que la palabra intelectual llegue a los oídos del poder."
('Ensayos sobre Lugones', por Pablo Martínez Gramuglia
Sobre 'Una república de las letras. Lugones, Rojas, Payró. Escritores argentinos y Estado', libro de Miguel Dalmaroni)
Esta suerte de “incomprensión”, atizada por el vate cordobés, de parte de los sectores populares hacia su tarea como pensador público, lo llevó a pensarse en clave jerárquica, ornamentado por el bronce de creerse un hombre superior. En ese núcleo trágicamente equívoco, puede pensarse su postrera conversión: la que lo llevó a decretar en 1924, en ocasión del aniversario de la Batalla de Ayacucho, “La hora de la espada”, y que cristalizó con su intención raudamente frustrada de erigirse como el intelectual de la dictadura iniciada el 6 de septiembre de 1930 y que inició la serie golpista con la que el Partido Militar mantuvo en vilo a la democracia en la décadas subsiguientes.
Pese a los intentos posteriores de algunos de sus discípulos y seguidores que buscaron escindir al intelectual político del hombre de letras, la fuerza vital que lo guió tuvo siempre, para bien o para mal, un fondo ético y moral que él mismo se encargó de expresar. En el prólogo a una Antología Poética de Lugones, Jorge Luis Borges asegura: “Vencedora la revolución militar de 1930, Uriburu le ofreció la dirección de la Biblioteca Nacional, cargo que él habría honrado. Lugones lo rehusó, alegando que el amor de la patria lo había llevado a participar en la revolución y que, por consiguiente, no podía aceptar de su triunfo un beneficio personal.”
En estas breves líneas, lo que se busca es recordar al autor de Las Fuerzas extrañas en toda su complejidad, sin caer en las simplificadoras y vacías etiquetas que suelen brindar las canonizaciones.
Lugones A los 16 años, inicia su carrera periodística en el periódico La Libertad. Por ese entonces, simpatizaba con las ideas anarquistas y, al poco tiempo, publica sus primeras composiciones con el pseudónimo de Gil Paz. A los 20, se traslada a la Buenos Aires e ingresa en la redacción de El Tiempo. Allí traba amistad con Rubén Darío, el poeta
nicaragüense y máximo representante del modernismo latinoamericano. Lugones pasaría a la historia como el gran poeta modernista del Río de la Plata. En 1909, le dedicaría a Darío su Lunario Sentimental.
Afiliado al Partido Socialista, junto con José Ingenieros, fue la pluma irreverente en el periódico partidario, La Montaña. En 1887, cuando publicó su primer libro de versos. En ese mismo año, nace su único hijo, Leopoldo, futuro creador de la picana eléctrica y jefe de la policía durante la década infame. Su nieta, Pirí Lugones, fue secuestrada y desaparecida por la última dictadura genocida. Pirí solía presentarse como “nieta del poeta, hija del torturador”. En la saga de los Lugones, se reflejan el drama, los desencuentros y la violencia que atravesaron a la propia clase dominante argentina desde 1930. Desencantado con la política argentina, insatisfecho por su tarea en una biografía de Roca en la que no podía avanzar y sacudido por una infidelidad, Leopoldo Lugones decide terminar con su vida en una isla del Delta, en 1938.
Que cada uno elija qué festeja.

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