viajar para contar...

¿Qué es un cuaderno de viajes?
Yo diría que es el relato de lo que ocurrió a una persona en determinado lugar, y nada más que eso; no contiene información acerca de hoteles y carreteras, ni listas de frases útiles, estadísticas o sugerencias acerca de la clase de ropa que el visitante podría necesitar. Es posible que tales libros estén condenados a la extinción. Espero que no, porque no hay nada que yo disfrute más que leer el relato de un escritor inteligente acerca de lo que le ocurrió lejos de casa.
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El tema de los mejores libros de viaje es el conflicto entre el escritor y el lugar. No importa quién lleve la mejor parte, siempre que el combate sea narrado con fidelidad. Para lograr esto es necesario que el escritor esté bien dotado para describir situaciones, lo que tal vez explica por qué muchos libros de viajes que no han huido de mi memoria fueron producidos por escritores expertos en el arte de la novela. Uno recuerda la indignación de Evelyn Waugh en Etiopía; la impasibilidad de graham Green en África Occidental; como Aldous Huxley se dejó deprimir por México, o cómo Gide descubrió su conciencia social en el Congo, mucho tiempo después de que otros relatos de viaje igualmente precisos se han hecho borrosos o se han desvanecido. Dada la habilidad novelística de estos escritores, es quizá perverso de mi parte preferir sus libros de viajes a sus novelas, pero lo hago.
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Los libros de viajes se tratan de una misión o busca definida, lo mismo que las crónicas de conquistas o exploraciones, tienen su encanto especial, pero el lector recuerda demasiado a menudo que los autores eran viajeros que también escribían y no escritores que también viajaban. (Smara, de Michel Vieuchange, es una ilustre excepción, y la razón es que su búsqueda era fundamentalmente interior; buscaba el éxtasis, y como no encontró más que sufimiento físico, se vio obligado a usar las páginas de su diario como un alambique para obrar la transformación.)
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Existe una categoría que, por el enfoque y por el tema, se parece más a la autobiografía que al libro de viajes pero, como trata de personas despalazadas a sitios más o menos extraños, se reconoce como parte de la literatura de viajes. Son relatos íntimos de la vida diaria del escritor durante su prolongada residencia en el extranjero. Tengo varios favoritos de este grupo: Viva México!, de Flandrau; Hindoo Holiday, de Ackerley, Memorias de África, de Dinesen; The Alleys of Marrakech, de Peter Mayne. Son libros en los que la personalidad del autor es el elemento decisivo; su encanto proviene de este claro énfasis puesto en las actitudes y las reflexiones personales.

Paul Bowles, Días y Viajes, Seix Barral. Barcelona, 1993.




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