grupo motivación literaria 2014: POÉTICAS DE YO


LA FOTO

Ahí somos cuatro. Dos primos, dos primas. Lean está nervioso, de brazos cruzados. Caro abraza a los dos. Seba con un pucho en una mano la toca con la otra. Siempre tranquilo Seba.
Yo era mayor que ellos y ya tenía trabajo. Los convencí de sacarnos la foto porque la cámara digital era nueva y quería probar el automático.
La sacamos sabiendo de ellos dos y de ellos tres.
Después de esa primavera tuvimos el mejor de los veranos. Todos lo admitimos así. Siempre nos estamos acordando.
Que Gualeguaychú, que éramos como veinte, que en el Carnaval fuimos unos escandalosos. Siempre lo estamos contando.
Y sin embargo desde entonces, nadie volvió a andar con Lean. Desde entonces pasa en el auto con La Pinocha y apenas nos saluda.
La Pinocha estaba muerta con él. Se nos quería pegar a toda costa. Ahora nos mira desde el asiento sin bajar el vidrio de la ventanilla.
Ese auto lo estrenamos nosotros tres. Todas las tardes Lean pasaba a tomar unos mates y dejábamos las reposeras en la vereda para ir a andar un rato.
El Parque Pereyra era nuestro destino favorito, nos encantaba bajar y perdernos entre los laberintos de yuyos.
Volvíamos antes de que se hiciera de noche y justo cuando Seba volvía del trabajo.
Una vez fuimos los cuatro y nos sacamos esta foto que no volvemos a mirar.

 Fue en plena noche de Carnaval cuando Lean le pidió que eligiera. Urgente. Desesperado.
Después lo vi borracho ofreciendo besos urgentes a todas.
Al final nos cruzamos y brindamos con los vasos casi vacíos en las manos, jóvenes y muertos de sueño.
‘Me vuelvo, vos sabés’, me dijo triste. ‘Sí, cuidate’ dije, y ‘bienvenido’ pensé, mirándolo mientras se iba.
            Tiempo después nos enteramos que a La Pinocha se le dio. Al final la pegó nomás.
           
Gabriela Alvarez
Julio 2014
consigna: construcción de la mirada, la historia detrás de una foto.


LA MISMA MIRADA




Ocurrió en el Liceo, ella era profesora, el aula 9 -le pertenecía- turno tarde, yo tomaba clases (por obligación) en la misma aula, de mañana. Ellos no se conocerán, todavía... .
Nunca soporté que me digan qué tengo que hacer. Y si la vida te malcría, te lleva a pasar por ciertas estructuras mentales,  por una puteada de auto a auto, por llegar a la cola más corta de un zarpazo sin impunidad o sin la correspondiente parada de carro, por un buen puño en la cara y la cachetada que nos merecemos todos en algún momento, de otro modo, tenderíamos, los que lo padecemos, que continuar con esa resaca en la personalidad hasta lo inevitable. ¿Cuándo tenemos la ocasión de reconocerla? Una buena oportunidad es cuando empiezan a crecer nuestros hijos. . El cine, ese mundo abrumador, Bambi, Rey León, historias armadas, caminos surcando en todo niño la idea de lo fácil que es la vida, de cualquier personita que ve un horizonte irreal, el que nuestros mayores nos crearon. Parece un reclamo o una ilusión. Recuerdos reales que se agigantan con hechos análogos, olor a humedad familiar, sensación a propiedad intelectual.

Solía vivir en la planta baja de un edificio. El hall de entrada de toda la torre, era nuestro salón de recepción natural. Mis vástagos, pequeños aún, no salían a jugar a ese espacio por razones de seguridad, y por otro motivo: la Señora del 1º B. Muy culta ella, retaba a otros niños si los veía jugando allí, en la sala común. El eco de esos espejos retumbaba en sus cristales. Su sentido de la propiedad le afectaba los huesos, la sólida escalera de madera la oía chillar. Desde el departamento se escuchaba casi todo. Un día zarpó la familia y como todo niño de unidad funcional, abríamos la puerta y ellos salían eyectados y nosotros siempre atrás, con los bolsos y esas cosas que olvidabamos dentro y que siempre nos hacia volver. Desde la cocina se escuchaba una arenga, una voz ahuecada de profesora con hidalga autoridad, les decía a mis hijos que no podían estar allí jugando. Surgió un yo que no era yo, un yo que no solía estar haciendo la plancha en la superficie de mi personalidad, un vector de transferencias, el derrame de la mucha paciencia, la ira anticipada de todas las veces que la oí, los bolsos pesados de la niñez.
Salí de la vivienda largando toda clase de bombas: verbos, adjetivos, saliva y sustantivos, ocurrentes y no, lugares comunes. La vieja corrió como nunca, como no lo había hecho desde su bendita juventud. Salté a la escalera detrás de ella pero sin alcanzarla, pateé su puerta  por largos 5 minutos y el único que se acercó a aplacarme fue mi propio silencio. Agitado por la bronca en blanco y negro, empecé a ver de nuevo los colores. Mis hijos abrazados a su madre más abajo, miraban a ese monstruo, que parecía estar de su lado. Por razones de la forzada casualidad, a la doña no la vi más.

Aquel niño que fui esperaba que su padre lo viniera a buscar. Hijo de padres separados, ritual que me pertenecía. Sentadito en el tapial, me fui acostumbrando a esperarlo. Pasaban los jueves, y sólo me acompañaba mi pelota, ya que el que no me la daba, era mi viejo. Nunca vino a buscarme. La espera de esas citas me encontraban la mayor parte de las veces jugando contra la pared de mi casa, la ansiedad rebotaba la pelota con más fuerza contra la pared y me hacía gritar los goles en mi cabeza. Ese universo sólo pudiera haberse roto por la presencia de él, mi padre, o por la realidad, ella, la señora de al lado quien seguía mi campaña ecaramando el rol de detractora de la hinchada rival. Era su siesta.

Tiempo después, años después, empapado por el psicoanálisis y también por el clima, divorciado y con mis hijos grandes, profesor de historia,  me dedicaba a dar clases. Una mañana  en el Liceo dejo a mis alumnos desarrollando un examen y cruzo hasta  el ciber de enfrente .Pretendía bajar unos programas de internet que me sacaran la ansiedad de ser moderno. Unos compañeros habían subido fotos de nuestra promoción 1981. Mientras la computadora me decía: “wait please a moment”, miré  la puerta de calle y descubrí que ya no llovía, que la gente volvía a transcurrir y que iba a ser un día más. Dejo mi vista demorada en los personajes. Los transeúntes se observan en el frente vidriado, uno en particular se toma su tiempo en pasar por delante del negocio, con bastón doble y la gravedad insistiendo en sus vértebras. Ellos, pienso, con en esa tendencia a mirar a los ojos intentando allí, hallar sus almas, las que reconocemos o no. El vistazo dura apenas unos segundos de escaneo, “wait please a moment”, y se completa el programa. Se podía digitalizar la transformación de la mirada, los mismos ojos, el espanto tras aquella puerta de vidrio que vuelve 15 años atrás la historia, pero, esta vez,  ella no corre ni yo exploto. La sorpresa nos cachetea. La casualidad de los espejos, la fría imagen de la realidad. El puño del tiempo había hecho lo suyo, con ambos.

Alejandro Fernández
2014
consigna: construcción de la mirada, la historia detrás de una foto

SANTA RITA

                                  "Santa Rita, todo lo da y todo lo quita..."



La Santa Rita es una planta hermosa. En verano florece y se vuelve violeta, y al caer sus flores tiñen todo alrededor. Pero la Santa Rita es también una planta engañosa, porque detrás de sus hermosas flores se esconden espinas filosas e hirientes.
Ese verano la Santa Rita, colorida y alegre, adornaba el patio de atrás. Vos también estabas alegre, sin pañuelo, mostrando esa cabellera plateada tan tuya. Se escuchaban risas y alguna melodía, y en el aire había paz. Yo correteaba por ahí, jugando y riendo como la niña que era. El sol quemaba las tristezas y hacia florecer las Santa Ritas.
Dicen que se cumplen siete años...
¿Qué van a ser siete años? Si apenas ayer tomabas mate cocido conmigo y jugábamos a la canasta. Y me hacías lavar la cara antes de ir a dormir para no levantarme con lagañas. Nos acostábamos juntas y hablábamos largo rato hasta que te daba sueño. Y yo jugaba con tus arrugas y vos te reías diciendo que te amasaba como a una pizza.
Éramos tan felices y lo notábamos tan poco.
"El verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno" dice un amigo en alguna canción.
El verano siguiente la Santa Rita volvió a florecer, alegre y engañosa. Pero vos ya no estabas para verla.                     

Sofia Salvadori
2014                                                        
consigna: construcción de la mirada, la historia detrás de una foto


CRECER 

  En esa época eran frecuentes grandes tormentas con fuertes vientos y una lluvia torrencial.  Por fortuna, la de ante anoche logró refrescar y aliviar el calor que veníamos soportando desde las fiestas. El Joven Anciano, con las primeras luces del día, salió al parque para contabilizar los destrozos.
   Por la intensidad del viento y el corte de la luz en toda la zona, presentió que muchas ramas estarían por el suelo estorbando el paso y de golpe recordó que no había guardado el auto en el galpón y aceleró el paso.
   Afortunadamente, el árbol que lo cobijó era tierno y no perdió ninguna rama; pero sí a sus inquilinos. Más allá sobre el pasto había caído un nido del que asomaba "un pichoncito y recién nacido", pensó- .  El pobre tenía apenas unos plumones y piaba, demandante lo que lo salvó de morir aplastado al mover el coche.
   Entonces el anciano, lo tomó suavemente y lo puso otra vez en el nido y al nido en una rama. Luego entró al auto y continuó con su rutina sabática.
   Escuchó la radio que afortunadamente tenía pilas, tomó mate y repasó el diario.  Pero hora y media más tarde,  aburrido como siempre decidió salir al parque. El sol ya estaba bien alto,  no hacía calor y corría un airecito fresco. Pensó en cortar el pasto estaba húmedo pero estaba muy húmedo y todavía no había vuelto la luz. Unas gotas de cariñosa lluvia lo mojaron. Entonces creyó oir algo. En silencio prestó atención y lo oyó. Corrió hasta el árbol a ver si había caído nuevamente y lo vió temblando de frío. Creyó quizá que los padres estarían muertos o tal vez hubieran abandonado el nido al desplomarse con el viento.
   Y  como lo hubiera hecho de niño, buscó ansioso una caja de zapatos vacía. Con gran ternura colocó una prenda de lana y acomodó al pajarito.  Llevó la caja a la cocina para abrigarlo del viento y del agua.  Al rato el pichón volvió a reclamar atención. Buscó unas miguitas y lo alimentó.  
Con el correr de los días ya se había convirtido en una Mamá Pájaro. ¡Qué increíble relación Anciano-Pichón!
   Tiempo después  le crecieron las primeras plumitas y saltó de la caja-cuna y comenzó a desconocer a quien le proveía alimento.
   Después se animó a caminar alrededor del improvisado nidito, y se subía por el hombro hasta la cabeza del Anciano. A veces salía a recorrer el parque dando saltitos  para perseguir a su Mamá Pájaro.
   
A fines del verano, empezó a agitar más y más seguido sus alas e intentaba volar con toda su energía vital . El Anciano que había pasado todas esas semanas cuidándolo celosamente, comprendió que debía dejarlo ir, en su corazón se lo pedía.
   Como no lo hizo con su hijo decidió no encerrarlo en una jaula. Entonces lo animó a cobrara bríos, se independizara y enfrentara su verdadero destino de Pájaro Joven.
  Había dejado de ser su pichonicito.

Laura Noemi Pérez Ripoll
2014
consigna: construcción de la mirada, la historia detrás de una foto




 EL REFLEJO


   Por la mañana, en el baño te devuelvo la pregunta. Siempre la misma, sólo que desde hace un tiempo, ha resignado su intensidad existencial y más bien interroga al último pliegue de la piel que habito.
De todas maneras, siempre he sido condescendiente, siempre te muestro el lado tranquilizador, la justificación, el motivo. La copita de anoche, la pena reciente, nada de empezar el día hostigándote con una imagen, que después de todo es efímera. Ahora está y en un minuto, ni bien te descuidás, deja ver las trazas de lo insondable.
Soy conciente de que me mantenes a raya y, en cuanto puedo, me las cobro en el vidrio de la mampara cuando te convoca la urgencia o te atraviesa el desgano.
Es distinto en la luna del ropero, la luz de atrás, la profundidad, el cuerpo entero, ahí si que adquiero una dimensión que te inquieta, sabés que podés intentar dar el salto, pero no te animás.
¿Y si te animaras a perder el control y si te lanzaras dentro mío… quién sabe? A otra dimensión donde estuviera todo y ya no hubiera más preguntas. En un presente perpetuo, todos los espejos, todos los reflejos, abierta a todos los posibles.
Pero seguís aquí, y me mantenés condensado en la precavida imagen que no te representa.
Y sin embargo soy fiel como un marido viejo y a mi manera te quiero, por eso te pido, que por favor, intentes retomar el rastro perdido del conejo blanco y nos reconciliemos por hoy.

Ana María Franzini
2014
consigna: construcción de la mirada, mi reflejo en el espejo.

Aqua



Acá estoy sentado frente a esta inmensa masa de agua, que refleja el mundo que me rodea.
El cielo limpio y claro como las aguas tranquilas se reflejan en ti, como los arboles y pájaros que vuelan alrededor, mostrándome lo grandioso de la naturaleza, su belleza infinita.
Y entre todo eso estoy yo.
Mano a mano conmigo mismo, mi doble perfecto, mi clon. Yo me muevo y él se mueve, hago un gesto y él se burla sin importarle lo que pueda pensar.
Entonces comienzo a ver mas allá, el canto de los pájaros me transporta hacia lo más profundo de mí ser, el tiempo se detiene y las reflexiones empiezan a salir a la luz.
De repente me cruzo con su mirada, pero ya no soy el de antes. Me siento ínfimo, transformado en una pequeña hormiga, de esas que andan por todos lados.
Y las imágenes se suceden sin mi consentimiento, los recuerdos se materializan, familia y amigos por todos lados, vislumbran los buenos momentos.
Las alegrías y las risas suenan como eco en mi cabeza, pero rápidamente desaparecen y no tardan en llegar los malos recuerdos. Siempre salen, de alguna forma u otra se escapan de su encierro.
Los veo y los analizo fríamente, errores que nunca más voy a cometer se repiten en cámara lenta frente a mis ojos, no me desaniman, se que ya los arregle.
Todo cambia y ahora estas vos sentada al lado mío mirándome con esos ojos, que alguna vez me supieron enamorar, y tu bella sonrisa. Y si que fuiste un error que no quiero recordar. Cierro mis ojos y te hago desaparecer.
Y el tiempo pasa, como la vida misma, pasa y el silencio de los pájaros nubla mi mente y todo vuelve a la normalidad, me vuelvo a ver como antes, sin ningún cambio, sin recuerdos y sin nadie a mi alrededor. Vuelvo a ver el presente.
Trato de ver el futuro, nada aparece, lanzo una piedra que estremece la tranquilidad de las aguas, mientras cae lentamente en ese abismo del que nunca podrá salir, donde todo desaparece, entonces me levanto y sigo mi camino.

Lucas Campomar
2014
consigna: construcción de la mirada, mi reflejo en el espejo.


El gran manzano

En el medio del claro del bosque luce imponente con su altura , su apretado follaje y sus frutos rojos, en plena sazón que invitan a ser saboreados .
Las jóvenes de la aldea , también  imponentes por su belleza, por sus sensuales formas en la búsqueda de su pareja acompañadas por la mas sabia de las ancianas de la aldea se reúnen , debajo del gran manzano.
Al atardecer del último plenilunio del otoño, los jóvenes que también quieren formar pareja  acuden al sitio al encuentro de su posible felicidad
La anciana da instrucciones a los candidatos que obedientes se forman alrededor del tronco del manzano tomados de la mano pero mirando para afuera .
Las muchachas hacen lo mismo pero mirando para la ronda de muchachos .
Empieza una  suave canción que entonan las jóvenes al tiempo que ellas giran tomadas de la mano hacia la derecha , ellos giran a la izquierda.
Cuando ordena la anciana con golpes de su báculo, cesa la ronda y cada joven toma a la chica que tiene delante y ella debe ofrecerle una mordida de la manzana que lleva consigo con ese propósito- Luego cada pareja se interna en bosque y en la penumbra .-cómplice vencidos los pudores se sella la unión que mas tarde junto con las otras parejas serán confirmadas como marido y mujer.


Vicenta Pérez Ripoll
 2014

consigna: construcción de la mirada. Trabajo con el oráculo celta: yo, mi árbol.


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